![]() |
Uganda, al este de África Central |
Era la última clase que íbamos a tener en Katiiti, una vereda como se dice ‘en el medio de la nada’, en el distrito de Mpigi, Ugada.
Los estudiantes fueron unos niños preciosos que araban la tierra
en compañía de sus madres antes de atender a la lección. Aran la tierra desde que tienen la fuerza suficiente para agarrar la herramienta, porque esa es la actividad que
les da de comer a sus familias, dedicadas completamente a la agricultura.
Para esos niños fui la primera persona blanca con la que
compartieron. Para mí fue la primera vez que conviví con personas tan puras
desde el corazón: La lejanía a la ciudad y su desconocimiento de las
rutinas, hábitos y percepciones del mundo moderno los hace ser de una manera
tan noble y pura, que el corazón se me derritió por los ojos más de una vez.
![]() |
La clase |
Para celebrar el último encuentro, junto con mi amiga Ani hicimos un show de títeres que ella con su mamá elaboraron en Venezuela con la intención de alegrarles la vida a estos chiquillos. Además, Ani en nombre de su amiga Sofía entregó unas manillas hechas en el tiempo libre, también elaboradas con el simple deseo de compartir.
![]() |
Cantando la canción para empezar el show: La tela naranjada fue el teatrino. ¡El auditorio estuvo lleno! |
![]() |
Ellos aplaudían rítmicamente a la espera de su regalo |
Entre gozos, risas y caras de agradecimiento que pasarían desapercibidas para quien no conociera toda la timidez producto de la extrema humildad que tienen en sus corazones, era mi turno de entregar un envío que desde Colombia se me había encomendado: 50 carritos, de los de colección.
Los carritos eran de segunda mano, una chica los encontró guardados en su casa y decidió compartirlos a través de Giive. De mi parte, debo confesar que el maltrato de las maletas en los aviones los afectó un poco. Yo tenía un poquito de pena de entregarlos no en perfecto estado, como estamos acostumbrados nosotros a recibir los regalos. Tenía miedo además de que las niñas grandecitas no los apreciaran, pero simplemente me animé a descubrir la bandeja rosada donde previamente los había organizado, y uno por uno empezarlos a entregar.
He intentado contar esta parte de la historia pero siempre me quedo cortica. Yo no sé cómo expresar el sentimiento que generó en mí ver sus caritas, ¡tan sorprendidas! Era como si no supieran si darme las gracias o contemplarlos o sentirlos o mostrárselos entre ellos.

Giive es compartir y conmigo compartió creo que una de las
experiencias más lindas que he tenido en mi vida… días después pasé por las
casas de muchos y ahora sus hermanitos seguían jugando con esos regalos,
compartiendo entre ellos; cargándolos de arena y halándolos con una tirita
hecha de fibra de banano para entregar la carga en otro punto de la casa. Los
vi también por ahí caminando con el carrito en la mano, sintiendo las rueditas.
![]() |
Todos amontonaditos para tener la oportunidad de estrenar su primer carrito en una superficie lisa |