miércoles, 17 de julio de 2013

Ser Profe




Todos los días me levanto a las 6:30 a.m. para bañarme y comerme unas tajadas de pan tostado con té (o Chai en kiswahili) y salir a las 7:30 a.m., esperando estar en el hotel Hilton a las 8:20 a.m. para encontrarme con mis amigos Sameh y Ahmed y lograr tomar el matatus número 46, que nos lleva hacia Mathare, uno de los suburbios más grandes de la ciudad, donde queda la escuela donde trabajamos.

Un videito (muy mal editado, perdón :( ) de la caminata de 10 minutos que hacemos a diario para llegar a la escuela


Enseño Matemáticas, Ciencias e Inglés a niños de 3ro y 4to de primaria en Success Care Centre, una escuela privada creada por la comunidad, porque las del gobierno quedan muy lejos del suburbio, y aunque son gratuitas, los libros y los 'pequeños pagos' que hay que hacer por esto o aquello resultan siendo demasiado costosos para una comunidad de ingresos muy pero muy muy bajos.

Cuando llegué no se me dio ningún libro guía, ninguna instrucción: Nada. El reto es grande, porque aunque la escuela tiene una labor linda de ponerle algo en la cabeza a chicos que de otra manera estarían en la calle como pasa con mucho otros (los caminos del suburbio están plagados de niños), no están muy bien organizados y los esfuerzos que los profes de planta (que son como 4 para enseñar desde preescolar hasta 8) junto con nosotros los voluntarios, no son suficientes para que los chicos pasen la prueba (como una especie de ICFES) que los lleva a una buena secundaria, y luego a la Universidad.

El salón de clases es un cuartico oscuro compartido por los grados 3ro, 4to, 6to y 7mo, con muchas lucesitas de color chocolate adentro; los hay de todos los tipos: Unos muy inteligentes y reservados, otros necios y risueños, algunos que quieren dibujarlo todo y otros que piden a gritos que les revise la tarea de matemáticas. Eso sí, a todos les encanta que les haga marcas grandes cuando hacen un buen trabajo y que les escriba 'Muy bien' (en español) junto a una carita feliz cuando el esfuerzo lo amerita.

Los chicos miquiando dentro del salón en un descanso.


Casi todos los días hay alguno al que le duele el estómago y a veces se orinan y vomitan en el piso... la particularidad de que no esté pavimentado, es que amablemente otro compañerito escarba un poquito de arena en otro lado y tapa el reguero que hizo el enfermo.

Son muy pobres: sí, como también los tenemos en Colombia. Acá es grave la cosa porque el VIH abunda, entonces dicen que es raro que tengan a los dos papás. En el suburbio las aguas residuales corren libremente al lado de la basura que gallinas, patos, cabras, marranos, gatos y perros comen y beben, y por supuesto que luego 'los animales comestibles' se vuelven alimento que enferma a las personas.

Hay un caso particular de un chico que tiene una mirada oscura, y siempre dibuja gente fumando o con armas... pero su voz sigue delgadita y sonríe con las cosas bobas que hago para entretenerlos. Se llama Nelson y la semana pasada no fue al colegio: Siempre me decían que estaba enfermo. Ayer fue de nuevo y la carita la tenía toda partida: Un ojo muy hinchado y la boca con una costra... Es de verdad muy impresionante pensar que es un niño, creciendo en un entorno que no conozco muy bien, pero que su mirada y los rastros de golpes demuestran que no es el mejor... y entonces me siento muy afortunada por haber nacido donde nací, en la familia que me fue asignada, y con el entorno lindo que he tenido en la vida, porque a otros les tocan cosas tan fuertes de chiquitos, que deben ser demasiado tesos para florecer de ahí: quiero intentar a ver qué logro sembrar en ese pequeñito.

Pero no todo es malo: La diversidad es grande en cuanto a las realidades de esos chiquitines. También hay otros de risas pegajosas, miradas brillantes que me hacen sentir esperanza de una manera física en el alma. Son inteligentes y juiciosos, la ropa (aunque desgastada) está siempre muy ordenadita, como que alguien que los quiere mucho la lavó, planchó y ayudó a poner con todo el cariño del mundo.

Alegría en un descanso, afuerita del salón


Lo que pienso a diario es que la escuela no tiene un nivel bueno, pero es todo lo que tienen. Para ellos el reto es GIGANTE si quieren ser profesionales, y entonces es ahí donde me pongo la camiseta para que durante las 8 semanas que trabajaré con ellos puedan absorber cuanto conocimiento puedan para el futuro, al tiempo que tengan unas clases amenas en las que se les trate con cariño y sin importar el entorno donde estén creciendo, encuentren en la escuela un refugio que les forme para potenciar la habilidad de crear un mejor entorno desde donde sus posibilidades les permitan llegar.

viernes, 12 de julio de 2013

Montar en bus

¿Una entrada sobre cómo montar en bus?

No es que esta actividad sea nueva para mí estando en Nairobi: en Medellín con el Circular Sur o los Coonatras ya tenemos bastante diversión y adrenalina. Lo novedoso del sistema público de transporte aquí, además de que el manubrio está al lado derecho (y por lo tanto las carreteras funcionan en la dirección opuesta: las primeras semanas siempre fallaba en el lado de la carretera desde donde esperaba vinieran los carros), es que existen Matatus.

Los Matatus tampoco son algo nuevo: son tal cual las camioneticas blancas que nos transportaron a muchos de la casa al colegio y al revés. Lo novedoso es que estos carritos son demasiado populares aquí, y que las emociones fuertes, son un poco más fuertes:

La estación donde tomamos el Matatu para ir a trabajar cada mañana

El tránsito en Nairobi yo no tengo cómo compararlo: Se puede gastar uno 30 minutos en 1 kilómetro porque las luces de los semáforos no le importan demasiado ni a los peatones ni a los conductores, y las glorietas son una cosa tremenda de todos contra todos.... Pero para eso los conductores de matatus saben por ejemplo que las aceras se pueden compartir con los peatones cuando el tráfico lo amerita, que andar en contravía es posible cuando el sentido correcto está muy congestionado; o que 'muy cerca' nunca es 'demasiado cerca' en cuanto a proximidad con edificaciones, otros carros o incluso personas.

La música suena siempre altísimo, y es reggae, hip hop o algo como champeta que no es champeta, o emisoras en las que le preguntan a la gente que cómo reaccionaría si su mujer le pone los cachos, por ejemplo.

Un ejemplo de la banda sonora en el Matatus


El conductor se encarga simplemente de manejar, mientras que una persona se sienta en la parte de los pasajeros para abrir y cerrar la puerta corrediza cada que alguien se quiere bajar, o cada que ve desde la ventana (sacando la mitad de su cuerpo preferiblemente para divisar mejor)  un potencial pasajero.

Montar en Matatus consiste entonces en esperar a que pase uno con capacidad de entrar (en este sí todos van sentados, así sea dos personas en el espacio de una, no como en las buseticas de Caldas a las 6 a.m....) y una vez adentro, 'el ayudante' le toca a uno el hombro para pagar el pasaje, monto que depende de la hora, la ruta y a veces del color de piel.

Si uno se quiere bajar, le toca el hombro al 'ayudante', y él pega a una ventana con una moneda o con la mano a la lata del carro, y ya el conductor entiende que debe frenar; y cuando la gente está lista en la calle, entonces otro golpazo es signo de que debe arrancar. Hablar no es muy importante, aunque no está de más intentar alguna interacción con un Asante Sana (= Gracias Muchas) una vez alcanzado el destino.

Tanto me he acostumbrado a esta rutina, que a veces cuando hay mucho taco y el conductor está tranquilo conversando y no se trepa en alguna parte para salirse de la fila, me cuestiono seriamente sobre la clase de transportador que es, ¡JÁ!

domingo, 7 de julio de 2013

The Journey (o El Viaje)
















Un buen amigo me dijo una vez que un viaje se inicia en el momento en que uno empieza a soñarlo: Pues bien, mi viaje empezó más o menos en 2008 y fue tomando forma desde principios de 2012, cuando mi corazón supo que Kenia era el país objetivo.

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EL OBJETIVO

El objetivo ha sido siempre ponerme en un entorno donde sólo pueda hablar en inglés y así forzarme a aprender en cada situación; y encontré este destino como una posible experiencia de aprendizaje que puede desbordar la meta principal para enseñarme muchas cosas de mi persona, afrontando situaciones completamente ajenas a cotidianidad en Medellín, donde soy dueña del día a día casi la mayor parte del tiempo.

HACER LA MALETA

Así, suertudamente entré a Argos para hacer la práctica profesional, intentando lograr la base económica para ejecutar el sueño, pero resultó que fue una experiencia tan nutritiva en taaaaantos aspectos, que no puedo sentirme menos que infinitamente agradecida con la vida por esas enseñanzas lindas que sobrepasan las expectativas y permiten acercarme de a poquitos a la persona que quiero llegar a ser.

Un año después de mi primer temporada profesional como Ingeniera Ambiental (con fiesta de grados en el intermedio y que tales), de sobrepasar miedos que no me dejaban dormir, de llorar de la emoción con sólo Googlear lugares por visitar, de responderme las dudas sobre cómo afrontar posibles situaciones nuevas, de despedirme sin sentir una ruptura real con ninguno de mis Queridos, la maleta africana parecía estar lista: Lo más ligera posible, la mayor parte regalos para compartir acá (sí: ¡ACÁ en Nairobi!!). También empaqué a mi familia entera, a mis amigos y a Vélez: a todos ellos, que son el equipaje más importante, el que me aligera cualquier carga.

18 DE JUNIO DE 2013

(Llevo como 10 minutos sentada al frente de esta pantalla y no sé qué escribir sobre este día, jajajaja)
Sin duda el día más raro que recuerde... Estaba tan feliz, tan ansiosa, tan nerviosa, tan nostálgica... Mi vida en Colombia es buena, mucho muy buena, y pensar que eso tan lindo iba a ponerse en algo así como en Stand-by era aterrador, y peor aún, el hecho de que tal vez cuando vuelva no sea lo mismo, o bueno: es seguro que en diciembre no va a ser lo mismo, porque seguramente no voy a ser la misma... pero tomar una decisión como la que tomé, en un momento tan definitivo como estar entrando a la sala de espera para iniciar un viaje de 30 horas hacia lo desconocido, es una cosa que yo no sé comunicar.

Me despedí con la sonrisa más grande que pude dejar como recuerdo de mi persona a todos los que me acompañaron, y una vez segura de que no me veían, todas las emociones se volvieron agua y no pude más que dejar ser al llanto.
En el José María Córdova. ¡CHAO TODOS!

VOLANDO
En cafecito está un más o menos de la ruta.

La primera parada fue Bogotá: Jennifer Chaín me llenó de dulces y las dos nos contamos historias románticas mientras esperaba a hacer el Check-In y sufría con que mis maletas estuvieran bien embaladas para que llegaran sanas y salvas a Nairobi, donde las vería de nuevo.

Diciéndonos que 'hasta luego' con la FerChaín. ¡Gracias Amia!

Caminando hacia el avión que me llevaría a Alemania me eché la bendición... yo no sé hace cuánto no lo hacía, pero en serio me salió del alma: quise mucho que me fuera bien y quise mucho a todos los que quiero en ese momento.

El avión era una cosa ENOOOORRRRMMMMMMMEEEEE de tres sillas en los lados de las ventanas y como cuatro o cinco en la mitad... las azafatas unas mujeres alemanas (supongo) hermosas con cara de muñequitas.. Al lado una mujer de Villavicencio que se llama Andrea y tiene un esposo alemán; chismosiamos de muchas cosas y el viaje de 11 horas estuvo muy cómodo y divertido.

En el aeropuerto de Frankfurt la proeza era encontrar cómo decir en la casa que estaba viva !!! Todo era caro y nuevo, pero lo logré :)

Esperé 8 horas que se me fueron volando y luego me senté en la sala de espera para el abordaje hacia Etiopía: Para mí eso de ver mujeres musulmanas es una cosa nueva y siempre emocionante: Todas ellas cubiertas de telas oscuras, a veces con aplicaciones de piedras o líneas de colores.

El avión hacia Etiopía era por mucho más pequeño que el que nos llevó a Alemania: Al principio olía a bus transmunicipal colombiano, jajajajaja y las azafatas eran negritas y un tanto despeinadas. En ese momento, con todo ese ambiente, se me vino una sonrisa que empezó en el pecho y terminó iluminando toda mi cara: ¡Ahora sí sentía estar yendo hacia África!!!

A mi lado una familia alemana: ¡Qué bendición! Eran super super queridos y muy divertidos.
Las azafatas me ofrecieron para tomar jugo de naranja o de tomate, y yo elegí el de tomate muy colombianamente pensando que era tomate de árbol.... ¡PUES NO SEÑORES!! Era tomate normal salado!! Ese jugo era como tomar salsa de tomate espesa!!!!!!

Si se fijan en el mapa de la ruta, pueden notar que PASÉ ENCIMA DE EGIPTO Y POR LO TANTO DEL NILO!!!!!!! Pero viajé de noche.. jajajajaja y no pude ver nada.. o tal vez sí pero ese avión no tenía la apliación esa para ver la ruta; nada qué hacer.

Me recibió una amanecer precioso, y yo todo me lo tomo como un auguro de calidez en lo que está por venir.



Allá eran como las 6 de la mañana, pero en mi cuerpo seguían siendo las 10 de la noche... y el cansancio de estar sentada, comiendo cosas de los aviones raras ya se sentía.

Pude encontrar una sala de internet dentro del aeropuerto: Hablarles a los míos es una fuente de energía sobrenatural, recargué un poquito.

Luego el avión hacia Kenia se retrasó (como 2 horas o más) y yo tenía demasiado sueño, pero me daba miedo quedarme dormida y perder el vuelo. A mi lado estaba sentada una mujer etíope en embarazo que volaba hacia Dinamarca para dar a luz allá y así asegurarle 'mayores facilidades para viajar' a su hijito.

Cada 10 min les preguntaba a las chicas de la aerolínea que cuánto más tardaba el avión, hasta que cansadas de mi intensidad me dijeron que ellas me despertaban, y entonces felizmente, abrazando mi equipaje de mano, custodiada por mi compañera y su bebé me dormí :)

Del viaje a Kenia recuerdo poquito: todo me lo dormí. Me dieron una comida ahí toda picante como a las  12 p.m., que en mi cuerpo eran las 4 a.m., y no fui capaz de comer.

¡Hola Kenia!!

El cielo estaba gris siendo el medio día y el frío era casi bogotano cuando arribamos Nairobi . Suertudamente conseguí fácilmente las maletas y para la visa no hubo ningún lío, afuera me estaban esperando los chicos de AIESEC. Me llevaron en taxi hasta la casa de la familia Simiyu, donde viví las dos primeras semanas: desempaqué un poquito, me dormí casi de manera instantánea apenas pude, y cuando el viernes 21 de junio abrí los ojos: ¡ESTABA EN ÁFRICA!!!!